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60 MEMORIAS SOBRE LA VIDA

Los gritos que había arraneado á esta madre infor- tunada, cl espectáculo del hijo bañado en sangre atra- jeron gentes que la impidieron entregarse á la deses- peración. Su hijo no vivía ya, era preciso ocultar al público una historia tan funosta, y el dolor inmenso que la sobrecogió no fué obstáculo para que adop- tase las medidas convenientes para que nadie se enterase de lo que había sucedido.

La razón y la filosofía en vano la ofrecieron con- suelos de un suceso que ella no pudo prever ni evitar. El golpe era terrible para Ninón que en medio de sus debilidades había conservado siempre una dominante pasión por 11 meditación profunda y scria, lo cual hizo decir á Saint-Evremond que « moriría de rcílexión ».

Entonces fué cuando más se ocupó de hacerse querer de sus amigos y cuando se contentó, como dice Saint-Evremond, con la comodidad y el reposo después de haber sentido con tan gran intensidad las amarguras de la fatalidad. Á la disipación, á la lige- reza de Ninón sucedió la grave firmeza de Mlle, de Lenclós y hasta su muerte no se la dió más que este último nombre.

Aunque nunca fué bastante dueña de la inclina- ción victoriosa que la naturaleza le había dado, por la voluptuosidad de los sentidos, parece que hizo algunos esluerzos para combatirla. Y se sabe que á propósito de las cenizas que en cierto día del año se extienden sobre la frente de los cristianos, decía


tado esta horrible catástrofe bajo los nombres supuestos de la vieja Inesilla de Cantarilla y del joven D. Valerio de Luna. No se ha creído apropiado imitar aquí el tono de broma con el cual Le Sage termina esta anécdota funesta : « Valerio se castiga como otro Edipo, con la diferencia de que el tebano se cegó por el dolor de haber consumado el crimen y el caste- llano se atrevesó por el sentimiento de no poder cometerlo..