CARTA II
Sí, marqués, os cumpliré mi palabra y en todas las ocasiones os diré la verdad aunque á mi propia costa fuera. Tengo más firmeza de espíritu de lo que imagináis, y mucho temo que en el transcurso de nuestro trato lleguéis á pensar que llevo esta virtud hasta la severidad. Pero recordad entonces que sólo tengo de mujer la forma y que soy hombre por el corazón y el espíritu. He aquí el método que seguiré con vos. Como no deseo otra cosa que ilus- trarme yo misma, antes de comunicaros mis ideas, pienso exponérselas al excelente hombre en cuya casa cenamos ayer. Verdad es que él no tiene muy buena idea de la pobre humanidad. No cree en vir- tudes ni en fantasmas. Pero este rigor mitigado por mi indulgencia por las debilidades humanas, os dará, creo, la especie y la dosis de filosofía que hace falta en el trato con las mujeres. Vengamos á lo demás de vuestra carta. dd
Desde que habéis entrado en el mundo, nada os ha ofrecido, decís, de lo que imaginarais encontrar en él. El disgusto y el tedio os persiguen. Buscáis la soledad y en cuanto la tenéis os cansa; no sabéis,