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NOLI ME TÁNGERE

—¡Que procesen al maestro de obras!-fué lo primero que pudo decir el alcalde.

Examinaron el cadá ver, pusieron la mano sobre su pecho, pero el corazón ya no latía. El golpe le había alcanzado en la cabeza y la sangre le brotaba por las narices.

Los sacerdotes felicitaban calurosamente al joven, estrechando su mano.

—Que esto no impida que la fiesta continúe, señor Ibarra-decía el alcalde:-jalabado sea Dios! ¡El muerto no es sacerdote ni español! ¡Hay que festejar su salvación de usted! ¡El muerto no es más que un indio!

—¡Que siga la fiesta! Música! ino resucita al muerto la tristeza! ¡Capitán, aquí se practicarán las diligencias! ¡Que venga el directorcillo! Preso el maestro de obras!

—¡Al cepo con él! ¡Eh! imúsica! ¡música! ¡Al cepo el maestrillo!

—¡Señor alcalde-repuso gravemente Ibarra,- Bi la tristeza no ha de resucitar al muerto, menos lo conseguirá la prisión de un hombre sobre cuya oulpabilidad nada sabemos. Yo salgo garante de su persona y pido su libertad por estos días al menos!

—Bien, bien, pero que otra vez tenga más cuidado.

Circulaban toda clase de comentarios. La idea del milagro era ya cosa admitida. Fray Saiví, sin embargo, parecía alegrarse poco del portento atribuído á un santo de su corporación y de su parroquia.