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NOLI ME TÁNGERE

—¡Ya lo verás! Cuando el señor Linares sea nuestro yerno se morirán todos de envidia.

Y así fué como á las ocho de la noche del siguiente día estaba llena otra vez la casa de Capitán Tiago, sólo que ahora sus invitados eran únicamente españoles y chinos.

Allf estaban la mayor parte de nuestros conocidos; el padre Sibyla y el padre Salví entre varios franciscanos y dominicos; el viejo teniente de la guardia civil Guevara, más serio y triste que cuando le conocimos; el alférez, que ha ascendido á teniente con grado de comandante y cuenta por milésima vez su famosa hazaña de San Diego; el doctor Espadaña y su cara mitad doña Victorina.

Linares no había llegado aún, pues como personaje importante, debía presentarse un poco más tarde que los otros con vidados.

En el grupo de las mujeres era Maria OClara el objeto de la murmuración; la joven las había saludado y recibido ceremoniosamente sin perder su aire de tristeza.

—Psh! No es feilla-decía una;-pero el joven Linares podía haber escogido otra que no tuviese el color tan subido y con menos cara de tonta.

—El dinero, chica, el dinero; estos buenos mozos no van más que á caza de dotes! ¡En el pecado llevan la penitencia! ¡Mira que presentar como esposa á esa chonga en sociedad! Por supuesto, que después que se casan las dejan en un rincón y ellos se van á correrla con otras y á gastar los cuartos.

En otra parte se decía: -¡Mire usted que casarse cuando el primer novio está para ser ahorcado!

—Estas indias no tienen corazón!...

La joven comprendía que se trataba de ella y