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NOLI ME TÁNGERE

-El padre Dámaso predicará por la mañana y tallará con nosotros por la noche.

—Mejor! ¡mejor! ¡No hay entonces peligro ninguno!

—Sí, sí, estamos seguros! El chino Carlos suelta además una buena propina.

Y el hombre rechoncho hizo ademán de contar con los dedos.

Fuera del pueblo, los montañeses, los kasamá, se ponen sus mejores trajes para llevar á casa de los socios capitalistas bien cebadas gallinas, jabalfes, venados, aves; éstos cargan en los pesados carros leña, frutas y las plantas más raras que crecen en el bosque; otros llevan bigá de anchas hojas y tikastikas de color de fuego para adornar las puertas de las casas.

Pero donde reina la mayor animación es en una especie de ancha meseta, á algunos pasos de la casa de Ibarra. Rechinan poleae, y se oyen confundidos con los gritos, el ruido metálico de la piedra que se pica y el chocar de los martillos. Ca van la tierra multitud de hombres y abren un ancho y profundo foso; otros ponen en fila piedras sacadas de las canteras del pueblo, descargan carros, amontonan arena, disponen tornos y cabrestantes.

—¡Aquf! jallá eso! ¡vivo!-gritaba un viejecillo de fisonomía animada é inteligente, que tenía por bastón un metro con cantos de cobre, al cual va arrollada la cuerda de una plomada. Era el maestro de obras, ñor Juan, arquitecto, albañil, carpintero, blanqueador, cerrajero, pintor, picapedrero y en ocasiones escultor.

—Es menester terminarlo hoy mismo! ¡Mañana no se puede trabajar y pasado es la ceremonia! ¡Vivo!