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ZADIG,

hacia aprecio de las mugeres, y de que las dominaba. Era liberal, sin que le arredrase el temor de hacer bien á desagradecidos, cumpliendo con aquel gran mandamiento de Zoroastro, que dice: «Da de comer á los perros quando tú comieres, aunque te muerdan luego.» Era sabio quanto puede serlo el hombre, pues procuraba vivir en compañía de los sabios: habia aprendido las ciencias de los Caldeos, y estaba instruido en quanto acerca de los principios físicos de la naturaleza en su tiempo se conocia; y de metafísica sabia todo quanto en todos tiempos se ha sabido, que es decir muy poca cosa. Creía firmísimamente que un año tiene trecientos sesenta y cinco dias y un quarto, contra lo que enseñaba la moderna filosofía de su tiempo, y que estaba el sol en el centro del mundo; y quando los principales magos le decian en tono de improperio, y mirándole de reojo, que sustentaba principios sapientes hæresim, y que solo un enemigo de Dios y del estado podia decir que giraba el sol sobre su exe, y que era el año de doce meses, se callaba Zadig, sin fruncir las cejas ni encogerse de hombros.

Opulento, y por tanto no faltándole amigos, disfrutando salud, siendo buen mozo, prudente y moderado, con pecho ingenuo, y elevado ánimo, creyó que podia aspirar á ser feliz. Estaba apalabrado su matrimonio con Semira, que por su hermosura, su dote, y su cuna,