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ZADIG,

Todavía estaba hablando el Babilonio, quando advirtió que no tenia ya barba el anciano, y que se remozaba su semblante. Luego desapareció su trage de ermitaño, y quatro hermosas alas cubriéron un cuerpo magestuoso y resplandeciente. ¡O paraninfo del cielo, ó ángel divino, exclamó postrado Zadig, con que has baxado del empíreo para enseñar á un flaco mortal á que se someta á sus eternos decretos! Los humanos, dixo el ángel Jesrad, sin saber de nada fallan de todo: entre todos los mortales tú eras el que mas ser ilustrado merecias. Pidióle Zadig licencia para hablar, y le dixo: No me fío de mi entendimiento; pero si he de ser osado á suplicarte que disipes una duda mia, dime ¿si no valia mas haber enmendado á ese muchacho, y héchole virtuoso, que ahogarle? Si hubiese sido virtuoso y vivido, respondió Jesrad, era su suerte ser asesinado con la muger con quien se habia de casar, y el hijo que de este matrimonio habia de nacer. ¿Con que es indispensable, dixo Zadig, que haya atrocidades y desventures, y que estas recaygan en los hombres virtuosos? Los malos, replicó Jesrad, siempre son desdichados, y sirven para probar un corto número de justos sembrado sobre la haz de la tierra, sin que haya mal de donde no resulte un bien. Empero, dixo Zadig, ¿si solo hubiese bienes sin mezcla de males? La tierra entónces, replicó Jesrad, fuera otra tierra; la cadena de los sucesos otro órden de sabiduría;