y por quien únicamente queria tener ojos. Hallábase Semira en su quinta, tres dias hacia, y supo Zadig en el camino, que despues de declarar resueltamente que tenia una invencible antipatia á los tuertos, la hermosa dama se habia casado con Orcan aquella misma noche. Desmayóse al oir esta nueva, y estuvo en poco que su dolor le conduxera al sepulcro; mas despues de una larga enfermedad pudo mas la razon que el sentimiento, y fué no poca parte de su consuelo la misma atrocidad del agravio. Pues he sido víctima, dixo, de tan cruel antojo de una muger criada en palacio, me casaré con una hija de un honrado vecino. Escogió pues por muger á Azora, doncella muy cuerda y de la mejor índole, en quien no notó mas defecto que alguna insustancialidad, y no poca inclinacion á creer que los mozos mas lindos eran siempre los mas cuerdos y virtuosos.
Un dia que volvia del paseo Azora toda inmutada, y haciendo descompuestos ademanes: ¿Qué tienes, querida? le dixo Zadig; ¿qué es lo que tan fuera de tí te ha puesto? ¡Ay! le respondió Azora, lo mismo hicieras tú, si hubieses visto la escena que acabo yo de presenciar. Habia ido á consolár á Cosrúa, la viuda