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princesas, y para su consuelo les hubiérais contado mis desdichas, ¿os habrian acaso escuchado?
Al dia siguiente perdió el filósofo á su hijo único, y faltó poco para que se muriese de sentimiento. Mandó la señora hacer una lista de todos los monarcas que habian perdido á sus hijos, y se la llevó al filósofo, el qual la leyó, la encontró muy puntual, y siguió llorando. Al cabo de tres meses se volviéron á ver, y se pasmáron de hallarse muy contentos. Levantáron entónces una hermosa estatua al tiempo, con este rótulo:
AL CONSOLADOR.
Fin de los dos Consolados.
Tom I.
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