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Ó EL OPTIMISMO.
CAPITULO VIII.
Historia de Cunegunda.

Durmiendo á pierna suelta estaba en mi cama, quando plugo al cielo que entraran los Bulgaros en nuestra soberbia quinta de Tunder-ten-tronck, y degollaran á mi padre y á mi hermano, é hiciesen tajadas á mi madre. Un pazguato de Bulgaro de dos varas y tercia, viendo que habia yo perdido los sentidos con esta escena, se puso á violarme; con lo qual volví en mí, y empecé á morder, á arañar, y á querer sacar los ojos al Bulgarote, no sabiendo que era cosa de estilo quanto en la quinta de mi padre estaba pasando; pero me dió el belitre una cuchillada junto á la teta izquierda, que todavía me queda la señal. Ha, espero que me la enseñará vm., dixo el ingenuo Candido. Ya la verá vm., dixo Cunegunda, pero sigamos el cuento. Siga vm., replicó Candido.

Añudó pues así el hilo de su historia Cunegunda: Entró un capitan bulgaro, que me vió llena de sangre, debaxo del soldado que no se incomodaba; y enojado del poco respeto que le tenia el malandrin, le mató encima de mí: hízome luego poner en cura, y me llevó prisionera de guerra á su guarnicion. Allí lavaba las pocas camisas que el tenia, y le guisaba la comida; el decia que era yo muy bonita, y