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CANDIDO,

los blancos y los negros somos todos hijos de Adan. Yo no soy genealogista, pero si los predicadores dicen la verdad, todos somos primos hermanos; y cierto que no es posible portarse de un modo mas horroroso con sus propios parientes.

O Panglós, exclamó Candido, esta abominacion no la habias tú adivinado: se acabó, será fuerza que abjure tu optimismo. ¿Qué es el optimismo? dixo Cacambo. Ha, respondió Candido, es la manía de sustentar que todo está bien quando está uno muy mal. Vertia lágrimas al decirlo contemplando al negro, y entró llorando en Surinam.

Lo primero que preguntáron fué si habia en el puerto algun navío que se pudiera fletar para Buenos-Ayres. El hombre á quien se lo preguntáron era justamente un patron español que les ofreció ajustarse en conciencia con ellos, y les dió cita en una hostería, adonde Candido y Cacambo le fuéron á esperar con sus carneros.

Candido que llevaba siempre el corazon en las manos contó todas sus aventuras al Español, y le confesó que queria robar á la baronesita Cunegunda. Ya me guardaré yo, le respondió, de pasarlos á vms. á Buenos-Ayres, porque seria irremisiblemente ahorcado, y vms. ni mas ni ménos; que la hermosa Cunegunda es la dama en privanza de Su Excelencia. Este dicho fué una puñalada en el corazon de Candido: lloró amargamente, y despues de su llanto,