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CANDIDO,

quando llegándose otro sirviente á su amo, le dixo: Señor, el coche de Vuestra Magestad está en Padua, y el barco listo. El amo hizo una seña, y se fué el criado. Otra vez se miráron á la cara los convidados, y creció el asombro. Arrimándose luego el tercer criado á otro extrangero, le dixo: Señor, créame Vuestra Magestad, que no se debe detener mas aquí; yo voy á disponerlo todo, y desapareció.

Entónces no dudáron Candido ni Martin de que era mogiganga de carnaval. El quarto criado dixo al quarto amo: Vuestra Magestad se podrá ir quando quiera, y se salió lo mismo que los demas. Otro tanto dixo el criado quinto al quinto amo; pero el sexto se explicó de muy diferente modo con el sexto forastero, que estaba al lado de Candido, y le dixo: A fe, Señor, que nadie quiere fiar un ochavo á Vuestra Magestad, ni á mi tampoco, y que esta misma noche pudiera ser muy bien que nos metieran en la cárcel, y así voy á ponerme en salvo: quédese con Dios Vuestra Magestad.

Habiéndose marchado todos los criados, se quedáron en alto silencio Candido, Martin y los seis forasteros. Rompióle al fin Candido, diciendo: Cierto, señores, que es donosa la burla; ¿porqué son todos vms. reyes? Yo por mi declaro que ni el señor Martin ni yo lo somos. Respondiendo entónces con mucha dignidad el amo de Cacambo, dixo en italiano: Yo no soy un bufon; mi nombre es Acmet III;