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ZADIG,

Esta locura, que se atribuyó á castigo del cielo, fué la señal de rebelion: amotinóse el pueblo, y tomó armas; Babilonia, donde reynaba tanto tiempo hacia una muelle ociosidad, se convirtió en teatro de una horrorosa guerra civil. Sacáronme del hueco de mi estatua; pusiéronme al frente de un partido, y fué Cador corriendo á Menfis, para traeros á Babilonia. Noticioso de tan fatales nuevas acudió el príncipe de Hircania con su exército á formar tercer partido en la Caldea, y vino á embestir al rey que le salió al encuentro con su desatinada egipcíaca. Murió Moabdar, traspasado de mil heridas, y cayó Misuf en poder del vencedor. Quiso mi desventura que yo tambien fuera cogida por una partida de guerrilla hircana, que me conduxo á presencia del príncipe, al mismo tiempo que le llevaban á Misuf. Sin duda sabréis con satisfaccion que me tuvo este por mas hermosa que la egipcia, pero no será de ménos sentimiento para vos qué os diga que me destinó para su serrallo, diciéndome sin andarse con rodeos, que luego que concluyese una expedicion militar para la qual iba á partirse, vendria á mí. Figúraos qual fué mi quebranto: rotos los vínculos que con Moabdar me estrechaban, podia ser de Zadig, y caía en los hierros de un bárbaro. Respondíle con toda la altivez que me inspiraban mi alta gerarquía y mis afectos, habiendo oido decir toda mi vida que las personas de mi dignidad las habian