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Págase en esta tierra almojarifazgo de ladrones, señor galán?—dijo Rincón.

—Si no se paga—respondió el mozo—, a lo menos, regístranse ante el señor Monipodio, que es su padre, su maestro y su amparo; y así, les aconsejo que vengan conmigo a darle la obediencia, o si no, no se atrevan a hurtar sin su señal, que les costará caro.

—Yo pensé—dijo Cortado—que el hurtar era oficio libre, horro de pecho y alcabala, y que si se paga, es por junto, dando por fiadores a la garganta y a las espaldas; pero pues así es, y en cada tierra hay su uso, guardemos nosotros el désta, que por ser la más principal del mundo, será el más acertado de todo él; y así, puede vuesa merced guiarnos donde está ese caballero que dice; que ya yo tengo barruntos, según lo que he oído decir, que es muy calificado y generoso, y además hábil en el oficio.

—Y cómo que es calificado, hábil y suficiente!—respondió el mozo—. Eslo tanto, que en cuatro años que ha que tiene el cargo de ser nuestro mayor y padre, no han padecido sino cuatro en el finibusterræ, y obra de treinta envesados, y de sesenta y dos en gurapas.

—Es verdad, señor—dijo Rincón—, que así entendemos esos nombres como volar.

—Comencemos a andar; que yo los iré declarando por el camino—respondió el mozo—, con otros algunos, que así les conviene saberlos como el pan de la boca.