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soldados de Fetala, jamás he acúdido a ello; antes le he dicho que le engañaron los que le dijeron grandezas de mi posibilidad; y si quieres, Mahamut, que te diga todo mi pensamiento, has de saber que no quiero volver a parte donde por a'guna vía pueda tener cosa que me consuele, y quiero que juntándose a la vida del cautiverio los pensamientos y memorias que jamás me dejan de la muerte de Leonisa, vengan a ser parte para que yo no la tenga jamás de gusto alguno; y si es verdad que los continuos dolores forzosamente se han de acabar o acabar a quien los padece, los míos no podrán dejar de hacerlo, porque pienso darle rienda de manera que a pocos días den alcance a la miserable vida que tan contra mi voluntad sostengo.

Este es, oh, Mahamut hermano, el triste suceso mío; ésta es la causa de mis suspiros y de mis lágrimas; mira tú ahora y considera si es bastante para sacarlos de lo profundo de mis entrañas, y para engendrarlos en la sequedad de mi lastimado pecho. Leonisa murió, y con ella mi esperanza; que puesto que la que tenía ella viviendo, se sustentaba de un delgado cabello, todavía, todavía...

Y en este todavía se le pegó la lengua al paladar, de manera que no pudo hablar más palabra ni detener las lágrimas que, como suele decirse, hilo a hilo le corrían por el rostro en tanta abundancia, que llegaron a humedecer el suelo. Acompañóle en ellas Mahamut; pero pasándose aque?

parasismo causado de la memoria renovada en el amargo cuento, quiso Mahamut consolar a Ricardo