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nientos; venían en dos alas o hileras, los unos con escopetas y los otros con alfanjes desnudos; llegaron a la puerta del nuevo bajá Hazán, la rodearon todos, y Alí bajá, inclinando el cuerpo, hizo reverencia a Hazán, y él con menos inclinación le saludó; luego se entró Alí en el pabellón de Hazán, y los turcos le subieron sobre un poderoso caballo, ricamente aderezado, y trayéndole a la redonda de las tiendas y por todo un buen espacio de la campaña, daban voces y gritos, diciendo en su lengua: "¡Viva, viva Solimán sultán, y Hazán bajá en su nombre!" Repitieron esto muchas veces, reforzando las voces y los alaridos, y luego le volvieron a la tienda, donde había quedado Alí bajá, el cual, con el cadí y Hazan, se encerraron en ella por espacio de una hora solos.

Dijo Mahamat a Ricardo que se había encerrado a tratar de lo que convenía hacer en la ciudad acerca de las obras que Ali dejaba comenzadas.

De allí a poco tiempo salió el cadí a la puerta de la tienda, y dijo a voces en lengua turquesca, arábiga y griega, que todos los que quisiesen entrar a pedir justicia, o otra cosa contra Alf bajá, podrían entrar libremente, que allí estaba Hazán bajá, a quien el Gran Señor enviaba por virrey de Chipre, que les guardaría toda razón y justicia. Con esta licencia, los genízaros dejaron desocupada la puerta de la tienda, y dieron lugar a que entrasen los que quisiesen. Mahamut hizo que entrase con él Ricardo, que, por ser esclavo de Hazán, no se le impidió la entrada. Entraron a pedir justicia, así