aguda como áspera. No puede llamarla una voz aguda, La voz gruesa dijo muy a menudo, sacré, diable, y una vez mon Dieu.
«Julio Mignaud, banquero, de la firma de Mignaud é Hijos, calle Delareine. Es el mayor de los Mignaud. La señora L'Espanaye tenía algún dinero. Habia abierto una cuenta con su casa en la primavera del año... (ocho años antes). Hacia frecuentes depósitos de sumas pequeñas. No había girado un solo cheque hasta tres días antes de su muerte, en que ella misma fué á pedir la cantidad de 4.000 francos. Esta suma fué pagada en oro, y un dependiente la condujo hasta la calle Morgue.
«Adolfo Le Bon, dependiente de Mignaud é Hijos, depone, que en el día ese, hacia las doce, acompañó á la señora L'Espanaye hasta su domicilio, con los 4.000 francos puestos en dos bolsitas. Cuando la puerta fué abierta, la Sta. L. apareció y tomó de sus manos una de las bolsitas, mientras que la vieja señora hacía lo mismo con la otra. Entonces se despidió y se ſué. No vio á nadie en la calle, en ese momento. Es una calle cortada — muy solitaria.
«Guillermo Bird, sastre; depone que fué uno de los que entraron en la casa. Es inglés. Ha vivido en Paris dos años. Fue uno de los primeros en subir las escaleras. Oyó las voces en disputa. La gruesa voz era de un francés. Logro entender algunas palabras, pero no las puede recordar todas. Oyo distintamente, sacré y non Dieu. Había un ruido en ese momento como si algunas personas estuvieran luchando—un ruido de pelea y de desorden, La voz aguda era muy fuerte — más fuerte que la gruesa. Está seguro que no era la voz de un