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LOS CRÍMENES DE LA CALLE MORGUE

pado Vd, sobre el raro desorden del cuarto, hemos ido tan lejos como para combinar las ideas de una agilidad sorprendente, una fuerza suprahumuna, una ferocidad brutal, una carnicería sin motivo, una grotesquerie en horror, absolutamente ajena á la humanidad, y una voz extraña en tono á los oídos, de los hombres de muchas naciones, y privada de silabificación distinta ó inteligible. ¿Qué resulta, pues, de todo esto? ¿Qué impresión he hecho sobre su imaginación de Vd?»

Cuando Dupin me hizo esta pregunta sentí como si una serpiente se deslizara sobre mi cuerpo.

— Un loco, dije, ha sido el asesino — algún maníaco furioso escapado de una Maison de Santé de la vecindad.

— De algunos puntos de vista, replicó, la idea de Vd. es aceptable. Pero las voces de los locos, hasta en sus horribles paroxismos, no se parecen á esa voz especial; oída en los altos. Los locos son de alguna nación, y su lenguaje, por incoherentes que sean sus palabras, tiene siempre la coherencia de la silabificación. Además, el cabello de un loco no es como el que tengo en mis manos. Saqué estos cuatro o cinco pelos de entre los rígidos dedos de la Sra. L'Espanaye. Digame Vd. su opinión ahora.

— Dupin, dije completamente enervado, este pelo es de lo más extraño — éste no es pelo humano.

— No he asegurado que lo sea, dijo él, pero antes de decidirnos sobre este punto, deseo que examine Vd. el pequeño esbozo que he hecho aquí sobre este papel. Es un facsímile dibujado, de lo que ha sido descrito en una parte de las declaraciones como «negras magulladuras» y profundas impresiones de los dedos de una mano sobre la garganta de la señorita L'Espanaye, y