Es el secreto del éxito maravilloso de Edgar Poe. Sus conclusiones, es decir, el objeto que le guía, es siempre alcanzado; inevitablemente.
Si se lee con atención, se le cree; es fatal. La ilusión sólo es sensible cuando la diaria realidad ha recobrado su imperio sobre el espíritu.
Esas conclusiones extrañas, sólo son alcanzables, cuando el autor ha ido llevando al pensamiento, de pendiente en pendiente hasta el punto capital; y la no repugnancia con que son recibidas las ideas que conducen al objeto deseado, es un secreto de puro arte; es que un concepto se ha apoyado, para nacer, en un concepto anterior, y así, sucesivamente, hasta llegar al fin. Y como la última idea es la que deja la última palabra leída, resulta que la idea siguiente, se encontrará sin base en que sostenerse, cuando se haya alterado la colocación requerida por el arte.
Decir eso, asegurar eso, respecto á cualquier autor, es exactamente lo mismo que decir: Toda traducción que no imíte hasta el movimiento de las palabras del original — toda traducción que varíe según estéticas caprichosas ó privativas de cada uno, el color de esas palabras, y el orden de ellas, cuando es posible conservarlo, es una mala traducción.
Y si tal cosa se puede hablar de cualquier escritor, ¡con cuánta más razón no se ha de decirlo de Edgar Poe, cuyo secreto de éxito, como lo he