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LA CARTA ROBADA

yo inmediatamento después de conseguir mi objeto. Al poco rato me despedi de él. El pretenso lunático era un hombre á quien yo habia pagado para que produjera el tumulto.

— Pero, ¿qué propósito tenía Vd., pregunté, para reemplazar la carta por un fac simile? No hubiera sido mejor, en la primera visita, arrebatarla abiertamente y salir con ella?

— D***, replicó Dupin, es un hombre arrojado y un hombre de nervio. Su casa, además, no carece de servidores consagrados á los intereses del amo. Si hubiera yo hecho la atrevida tentativa que Vd. sugiere, podría haber sucedido que no saliera vivo de la presencia del Ministro. El buen pueblo de Paris podía no haber oído hablar nunca más de mí. Pero tenía un objeto aparte de esas consideraciones. En este asunto, obro como partidario de la lady comprometida. Durante diez y ocho meses, el Ministro la ha tenido en su poder. Ella es la que le tiene en su poder ahora; desde que no sabiendo que la carta no está ya en su posesión, proseguirá con sus exacciones como si la tuviera. Asi será encargado, él mismo, de su destrucción política. Su caída, además, no será más precipitada que torpe. Es igualmente exacto hablar, á propósito de su caso, del facilis descensus Avernis; pues en todas especies de trepamientos, como Catalani dice del canto, es mucho más fácil subir que bajar. En el presente caso no tengo simpatia, ni siquiera piedad, por el que desciende. Es ese monstrum horrendum del hombre de genio sin principios. Confieso, sin embargo, que me gustaría mucho conocer el preciso carácter de sus pensamientos cuando, siendo desafiado