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EL DOCTOR BREA Y EL PROFESOR PLUMA

— De ninguno.

— ¿Y nunca encerraba Vd. á los enfermos?

— Muy rara vez. De cuando en cuando, cuando algún individuo era víctima de una crisis furiosa, le transportábamos á una celda secreta, por miedo de que el desorden de su espíritu infestase á los demás, y así le teniamos hasta que podíamos enviarle con su familia ó amigos;—porque no era nuestra misión curar locos furiosos. Generalmente era trasladado á un manicomio público.

— Y ahora al cambiar por completo de sistema ¿cree. Vd. haber acertado?

— Decididamente si. El sistema antiguo tenía sus inconvenientes y hasta sus peligros. Actualmente, á Dios gracias, está condenado en todos los manicomios de Francia.

— Mucho me sorprende cuanto me acabáis de decir; porque yo consideraba como cosa cierta que en toda la nación no existía actualmente en vigor otro tratamiento.

— Vd. es aún joven, amigo mío, replicó mi huésped, pero tiempo vendrá en que aprenda á juzgar por sí mismo todo lo que pasa en el mundo, sin fiarse de la charla de los demás.

No crea Vd. nada de lo que oiga y sólo la mitad de lo que vea. Ahora bien, por lo que toca á nuestros manicomios, está claro que algún ignorante se ha burlado de Vd. Después de la comida, sin embargo, cuando esté Vd. completamente repuesto de la fatiga de su viaje, me alegraré mucho de enseñarle á Vd. toda la casa, á fin de hacerle apreciar las ventajas de un sistema que en mi opinión y en la de todas las personas