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EDGAR POE. — NOVELAS Y CUENTOS

agradan los puntapiés.; Me ha estropeado Vd. mi traje de brocado! {Acaso es indispensable ilustrar una observación de una manera tan material? El señor, añadió señalándome á mí, le comprenderá á Vd. sin necesidad de esta demostración fisica. Aseguro á Vd. bajo mi palabra que casi es Vd. tan asno como ese pobre insensato que creía serlo él mismo. Desempeña Vd, el papel con entera naturalidad.

— ¡Pido á Vd. mil perdones, señorita! respondió M. de Kock á semejante apóstrofe,; mil perdones! no fué mi ánimo ofender á Vd. — Señorita Laplace, el señor de Kock solicita el honor de brindar con Vd.

Entonces el señor de Kock se inclinó, besó ceremoniosamente su propia mano, y brindó á la salud de la señorita Laplace.

— Permítame Vd., amigo mío, dijo M. Maillard, dirigiéndose å mi, permitame Vd. que le pase un trozo de esta ternera que creo encontrará Vd. especialmente delicada.

Tres vigorosos criados habian logrado colocar sin accidente una enorme fuente, ó más bien una barquilla que contenia según yo imaginé el monstrum horrendum, informe, ingens, cui lumen ademptum. Un examen más detenido me hizo ver, sin embargo, que era una pequeña ternera, asada toda entera, apoyada sobre las rodillas y con una patata entre los dientes, según la costumbre usada en Inglaterra para servir las liebres.

— No, muchas gracias, le contesté; á decir verdad no siento una gran inclinación hacia la ternera à la Sainte-Menehould, porque generalmente creo que no me sienta bien. Suplico á Vd. haga cambiar este plato y me permita probar un poco de conejo.