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EDGAR POE

con un temblor sobrenatural y galvánico. El espacio es profundizado por el opio [1]; el opio da un sentido mágico á todos sus tintes, y hace vibrar todos los ruidos con una más significativa sonoridad.

Algunas veces perspectivas magníficas, llenas de luz y de calor, se abren repentinamente en sus paisajes, y se ve aparecer en el fondo de sus horizontes, ciudades orientales y arquitecturas, vaporizadas por la distancia en que el sol arroja lluvias de oro.

Los personajes de Poe, ó más bien el personaje de Poe, el hombre de facultades sobreagudas, el hombre cuya voluntad ardiente y paciente arroja un desafío á las dificultades, aquel cuya mirada está tendida con la rigidez de una espada sobre objetos que se agrandan á medida que los mira — es Poe mismo. Y sus mujeres, todas luminosas y enfermas, muriendo de males extravagantes, y hablando con una voz que se parece á una música, son todavía él; ó al menos por sus aspiraciones extrañas, por su valor, por su melancolía incurable, participan fuertemente de la naturaleza de su creador. En cuanto á su mujer ideal, á su Titánida, se revela bajo diferentes retratos derramados en sus poesías bastante poco numerosas, retratos, ó más bien, maneras de sentir la belleza, que el temperamento del autor aproxima y confunde en una unidad vaga pero sensible, y donde vive más delicadamente quizá que en otra parte, ese amor insaciable de lo Bello, que es su gran título, es decir, el resumen de sus títulos á la afección y al respeto de los poetas.

  1. Baudelaire, como he dicho, era un gran bebedor de haschis. (N. del T.)