Pero en los corredores que seguían á las habitaciones, había, frente á cada ventana, un sombrío trípode, lleno de carbones encendidos, que proyectaban sus rayos á través de los pintados cristales, iluminando brillantemente la pieza. Y así se producían una multitud de apariencias ostentosas y fantásticas. Pero en el cuarto occidental ó negro, el efecto de la luz-de-fuego, temblando sobre las oscuras tapicerías, después de pasar por los cristales color sangre, era sombrío en extremo, y producía un tan extraño efecto sobre los rostros de los que en él entraban, que había muy pocos entre la concurrencia, suficientemente intrépidos para experimentarlo.
Era en ese salón, también, donde se encontraba colocado, contra la pared occidental, un gigantesco reloj de ébano.
Su péndulo se movía de un lado á otro con un chirrido triste, grave, monótono; cuando el minutero recorría el círculo, y la hora estaba á punto de sonar, salía de entre los pulmones de bronce del reloj, un sonido que era claro, y agudo, y profundo, y extremadamente musical; pero de un tono y énfasis tal, que á cada hora, los músicos de la orquesta se veían obligados á hacer una pausa, momentáneamente, en su ejecución, para escuchar el sonido; y entonces los valsadores cesaban en sus movimientos; y había una pequeña nube en la alegre compañia; y mientras que duraban los golpes de la campana, se notaba que los más festivos se volvían pálidos, y que los más viejos se pasaban la mano por la frente; como si les atormentara una fantástica meditación. Pero cuando los ecos habían cesado por completo, una alegre carcajada escapaba de todos