Las manos se estrecharon ligeramente.
- Señora .....
- Señor ....
No dijeron más. Ambos recordaban su encuentro, ambos temían el abismo que se abría bajo sus pies... Sin embargo, Amélia era una mujer honrada; Arturo era un hombre noble. Aquel encuentro les lastimaba, les hería, les hacía sufrir tormentos inauditos, les obligaba á recordar la dicha soñada... pero tenían que acallar su corazón, que ahogar sus sentimientos, para no herir de muerte á ese pobre hombre que no adivinaria -á su parecer- el drama que estaba desarrollándose ante sus ojos ... Pero don Juan era demasiado perspicaz para no comprender que algo oculto había en esa turbación. Lo comprendió, y temió, porque recordaba las revelaciones que le había hecho su mujer. Sin embargo, pudo conservar su entereza.