tos en contra y 275 en favor; y Sócrates, condenado por una mayoría de seis votos, tomó la palabra y dijo:)
No creais, atenienses, que me haya conmovido el fallo que acabais de pronunciar contra mí, y esto por muchas razones; la principal, porque ya estaba preparado para recibir este golpe. Mucho más sorprendido estoy con el número de votantes en pro y en contra, y no esperaba verme condenado por tan escaso número de votos. Advierto que sólo por tres votos no he sido absuelto. Ahora veo que me he librado de las manos de Melito; y no sólo librado, sino que os consta á todos que si Anito y Licon no se hubieran levantado para acusarme, Melito hubiera pagado 6.000 draemas[1] por no haber obtenido la quinta parte de votos.
Melito me juzga digno de muerte; en buen hora. Y yo de qué pena[2] me juzgaré digno? Vereis claramente. atenienses, que yo no escojo más que lo que merezco. ¿Y cuál es? ¿A qué pena, á qué multa voy á condenarme por no haber callado las cosas buenas que aprendí durante toda mi vida; por haber despreciado lo que los demás buscan con tanto afan, las riquezas, el cuidado de los negocios domésticos, los empleos y las dignidades; por no haber entrado jamás en ninguna cábala, ni en ninguna conjuracion, prácticas bastante ordinarias en esta ciudad; por ser conocido como hombre de bien, no queriendo conservar mi vida valiéndome de medios tan indignos? Por otra parte, sabeis que jamás he querido tomar ninguna profesion en la que pudiera trabajar al mismo tiempo en pro-