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ha sucedido hoy una cosa muy maravillosa. La voz divina de mi demonio familiar que me hacia advertencias tantas veces, y que en las menores ocasiones no dejaba jamás de separarme de todo lo malo que iba á emprender, hoy, que me sucede lo que veis, y lo que la mayor parte de los hombres tienen por el mayor de todos los males, esta voz no me ha dicho nada, ni esta mañana cuando salí de casa, ni cuando he venido al tribunal, ni cuando he comenzado á hablaros. Sin embargo, me ha sucedido muchas veces, que me ha interrumpido en medio de mis discursos, y hoy á nada se ha opuesto, haya dicho ó hecho yo lo que quisiera. ¿Qué puede significar esto? Voy á decíroslo. Es que hay trazas de que lo que me sucede es un gran bien, y nos engañamos todos sin duda, si creemos que la muerte es un mal. Una prueba evidente de ello es que si yo no hubiese de realizar hoy algun bien, el Dios no hubiera dejado de advertírmelo como acostumbra.

Profundicemos un tanto la cuestion, para hacer ver que es una esperanza muy profunda la de que la muerte es un bien.

Es preciso de dos cosas una: ó la muerte es un absoluto anonadamiento y una privacion de todo sentimiento, ó, como se dice, es un tránsito del alma de un lugar á otro. Si es la privacion de todo sentimiento, una dormida pacífica que no es turbada por ningun sueño, ¿qué mayor ventaja puede presentar la muerte? Porque si alguno, despues de haber pasado una noche muy tranquila sin ninguna inquietud, sin ninguna turbacion, sin el menor sueño, la comparase con todos los demás dias y con todas las demás noches de su vida, y se le obligase á decir en conciencia cuántos dias y noches habia pasado que fuesen más felices que aquella noche; estoy persuadido de que no sólo un simple particular, si no el mismo gran rey, encontraria bien pocos, y le seria muy fácil contarlos. Si la muerte es una cosa semejante, la llamo con razon un