guntas; porque no podeis dudar que haciéndolo así, nos dais á Melesías y á mí un gran placer. Ya os he dicho, que si hemos contado con vosotros para deliberar en este asunto, ha sido porque hemos creido que teniendo hijos vosotros como nosotros, que van á entrar bien pronto en la edad en que debe pensarse en su educacion, estareis ya preparados sobre este punto; y esta es la razon porque, si nada hay que os lo impida, debeis examinar la cuestion con Sócrates dando cada uno sus razones; porque, como éste ha dicho muy bien, este es el negocio más grave de nuestra vida. Ved, pues, de acceder á mi súplica.
Se advierte bien, Lisímaco, que sólo conoces á Sócrates por su padre y que no le has tratado de cerca; sin duda sólo le viste durante su infancia en los templos, ó cuando su padre le llevaba á las asambleas de vuestro barrio, pero despues que se ha hecho hombre formal, bien puede asegurarse que no has tenido con él ninguna relacion.
¿Por qué dices eso? Nicias.
Porque ignoras por completo, que Sócrates mira, como cosa propia, á todo el que conversa con él, y aunque al pronto sólo le hable de cosas indiferentes, le precisa despues por el hilo de su discurso á darle razon de su conducta, á decirle de qué manera vive y de qué manera ha vivido, y cuando la conversacion ha llegado á este punto, Sócrates no le deja hasta que ha examinado su hombre à fondo, y sabe cuánto ha hecho, bueno ó malo. Yo lo he experimentado sobradamente, y sé muy bien que es una necesidad pasar por esta aduana, de la que no me lisonjeo estar yo libre. Sin embargo, en este punto me doy por satisfecho, y experimento un singular