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Cosas que por lo pronto, al escucharlas, parecen absurdas, porque dice que fabrico dioses, que introduzco otros nuevos, y que no creo en los dioses antiguos. Hé aquí de lo que me acusa.

Ya entiendo; es porque tú supones tener un demonio familiar[1] que no te abandona. Bajo este principio él te acusa de introducir en la religion opiniones nuevas, y con eso viene á desacreditarte ante este tribunal, sabiendo bien que el pueblo está siempre dispuesto á recibir esta clase de calumnias. ¿Qué me sucede á mí mismo[2], cuando en las asambleas hablo de cosas divinas y predigo lo que ha de suceder? Se burlan todos de mí como de un demente; y no es porque no se hayan visto realizadas las cosas que he predicho, sino porque tienen envidia á los que son como nosotros. ¿Y qué se hace en este caso? El mejor partido es no curarse de ello y seguir uno su camino.

Mi querido Eutifron; no es un gran negocio el verse algunas veces mofado, porque al cabo los atenienses, á mi parecer, se cuidan poco de examinar si uno es hábil, con tal que no se mezcle en la enseñanza. Pero si se mezcla, entónces montan en cólera, ya sea por envidia, como tú dices, ó por cualquiera otra razon.

En estas materias, Sócrates, no tengo empeño en saber cuáles son sus sentimientos respecto á mí.


  1. Este demonio familiar era precisamente la divinidad nueva, que los atenienses acusaban á Sócrates de querer introducir en la religion.
  2. Eutifron ejercia la profesion de adivino, que era hereditaria entre los griegos.