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firme; tú eres el que representas al verdadero Dédalo. Si fuese yo solo, te respondo que nuestros principios serian firmes.

Yo soy más hábil en mi arte que lo era Dédalo. Este sólo sabia dar esta movilidad á sus propias obras, cuando yo, no sólo la doy á las mias, sino tambien á las ajenas; y lo más admirable es, que soy hábil á pesar mio, porque gustaria incomparablemente más que mis principios fuesen fijos é inquebrantables, que tener todos los tesoros de Tántalo con toda la habilidad de mi abuelo. Pero basta de chanzas, y puesto que tienes remordimientos, ensayaré aliviarte y abrirte un camino más corto, para conducirte al conocimiento de lo que es santo, sin detenerte en tu marcha. Mira, pues, si no es de una necesidad absoluta que todo lo que es santo sea justo.

No puede ser de otra manera.

Todo lo que es justo te parece santo, ó todo lo que es santo te parece justo? ¿Ó crees, que lo que es justo no es siempre santo, sino tan sólo que hay cosas justas que son santas y otras que no lo son?

No puedo seguirte, Sócrates.

Sin embargo, tú tienes sobre mí dos ventajas muy grandes, la juventud y la habilidad.

Pero, como te decia ántes, confias demasiado en tu sabiduría. Te suplico, que deseches esa apatía, y que te apliques un momento; porque lo que yo te digo no es difícil de entender, no es más que lo contrario de lo que canta un poeta:

¿Por qué se tiene temor de celebrar á Júpiter que ha