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Página:Obras completas de Platón - Tomo I (1871).djvu/87

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pequeño que no lo debamos á su liberalidad. ¿Pero de qué utilidad son á los dioses nuestras ofrendas? ¿Seremos tan egoistas que sólo nosotros saquemos ventaja de este comercio, y que los dioses no saquen ninguna?

¿Piensas, Sócrates, que los dioses pueden jamás sacar ninguna utilidad de las cosas que reciben de nosotros?

¿Luego para qué sirven todas nuestras ofrendas?

Sirven para mostrarles nuestra veneracion, nuestro respeto y el deseo que tenemos de merecer su favor.

¿Luego, Eutifron, lo santo es lo que obtiene el favor de los dioses, y no lo que les es útil ni lo que es amado de ellos?

No, yo creo que por cima de todo está el ser amado por los dioses.

Lo santo, á lo que parece, es áun lo que es amado por los dioses.

Sí, por cima de todo.

¡Hablándome así extrañas que tus discursos muden sin cesar, sin poder fijarse! ¿Y te atreves á acusarme de ser el Dédalo que les da esta movilidad contínua, tú que mil veces más astuto que Dédalo, los haces girar en círculo? ¿No te apercibes que vuelven sin cesar sobre sí mismos? ¿Has olvidado, sin duda, que lo que es santo y lo que es agradable á los dioses no nos ha parecido la misma cosa, y que las hemos encontrado diferentes? ¿No te acuerdas?