Página:Obras completas de Platón - Tomo V (1871).djvu/299

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
299

por el contrario, me muero de fastidio cuando os oigo á vosotros, hombres ricos y negociantes, hablar de vuestros intereses. Lloro vuestra obcecacion y la de vuestros amigos; creeis hacer maravillas, y no haceis nada bueno. Quizá tambien por vuestra parte os compadecereis de mí, y me parece que teneis razon; pero no es una mera creencia mia, sino que tengo la seguridad de que sois dignos de compasion.

Tú siempre el mismo, Apolodoro; hablando mal siempre de tí y de los demás, y persuadido de que todos los hombres, excepto Sócrates, son unos miserables, principiando por tí. No sé por qué te han dado el nombre de Furioso; pero sé bien que algo de esto se advierte en tus discursos. Siempre se te encuentra desabrido contigo mismo y con todos, excepto con Sócrates.

¿Te parece, querido mio, que es preciso ser un furioso y un insensato, para hablar así de mí mismo y de todos los demás?

Déjate de disputas, Apolodoro. Acuérdate ahora de tu promesa, y refiéreme los discursos que pronunciaron en casa de Agaton.

Hé aquí lo ocurrido poco más ó ménos; ó mejor es que tomemos la historia desde el principio, como Aristodemo me la refirió.

Encontré á Sócrates, me dijo, que salia del baño y se habia calzado las sandalias contra su costumbre. Le pregunté á dónde iba tan apuesto.

—Voy á comer á casa de Agaton, me respondió. Rehusé asistir á la fiesta que daba ayer para celebrar su victoria, por no acomodarme una excesiva concurrencia; pero dí mi palabra para hoy, y hé aquí por qué me encuentras