tan en punto. Me he embellecido para ir á la casa de tan bello jóven. Pero, Aristodemo, ¿no te dará la humorada de venir conmigo, aunque no hayas sido convidado?
—Como quieras, le dije.
—Sígueme, pues, y cambiemos el proverbio, probando que un hombre de bien puede ir á comer á casa de otro hombre de bien sin ser convidado. Con gusto acusaria á Homero, no sólo de haber cambiado este proverbio, sino de haberse burlado de él[1], cuando despues de representar á Agamemnon como un gran guerrero, y á Menelao como un combatiente muy débil, hace concurrir á Menelao al festin de Agamemnon, sin ser convidado; es decir, presenta un inferior asistiendo á la mesa de un hombre, que está muy por cima de él.
—Tengo temor, dije á Sócrates, de no ser tal como tú querrias, sino más bien segun Homero; es decir, una medianía que se sienta á la mesa de un sabio sin ser convidado. Por lo demás, tú eres el que me guias y á tí te toca salir á mi defensa, porque yo no confesaré que concurro allí sin que se me haya invitado, y diré que tú eres el que me convidas.
—Somos dos[2], respondió Sócrates, y ya á uno ya á otro no nos faltará qué decir. Marchemos.
Nos dirigimos á la casa de Agaton durante esta plática, pero antes de llegar, Sócrates se quedó atrás entregado á sus propios pensamientos. Me detuve para esperar, pero me dijo que siguiera adelante. Cuando llegué á la casa de Agaton, encontré la puerta abierta, y me sucedió una aventura singular. Un esclavo de Agaton me condujo en el acto á la sala donde tenia lugar la reunion, estando ya todos sentados á la mesa y esperando sólo que se les sirviera. Agaton, en el momento que me vió, exclamó: