chosos, hombres y mujeres, si, gracias al Amor, encontramos cada uno nuestra mitad, y si volvemos á la unidad de nuestra naturaleza primitiva. Ahora bien, si este antiguo estado era el mejor, necesariamente tiene que ser tambien mejor el que más se le aproxime en este mundo, que es el de poseer á la persona que se ama segun se desea. Si debemos alabar al dios que nos procura esta felicidad, alabemos al Amor, que no sólo nos sirve mucho en esta vida, procurándonos lo que nos conviene, sino tambien porque nos da poderosos motivos para esperar, que si cumplimos fielmente con los deberes para con los dioses, nos restituirá él á nuestra primera naturaleza despues de esta vida, curará nuestras debilidades y nos dará la felicidad en toda su pureza. Hé aquí, Eriximaco, mi discurso sobre el Amor. Difiere del tuyo, pero te conjuro á que no te burles, para que podamos oir los de los otros dos, porque aún no han hablado Agaton y Sócrates.»
—Te obedeceré, dijo Eriximaco, con tanto más gusto, cuanto tu discurso me ha encantado hasta tal punto que si no conociese cuán elocuentes son en materia de amor Agaton y Sócrates, temeria mucho que habrian de quedar muy por bajo, considerando agotada la materia con lo que se ha dicho hasta ahora. Sin embargo, me prometo aún mucho de ellos.
—Has llenado bien tu cometido, dijo Sócrates; pero si estuvieses en mi lugar en este momento, Eriximaco, y sobre todo despues que Agaton haya hablado, te pondrias tembloroso, y te sentirias tan embarazado como yo.
—Tu quieres hechizarme, dijo Agaton á Sócrates, y confundirme haciéndome creer que esperan mucho los presentes, como si yo fuese á decir cosas muy buenas.
—A fe que seria bien pobre mi memoria, Agaton, replicó Sócrates, si habiéndote visto presentar en la escena con tanta seguridad y calma, rodeado de comediantes, y recitar tus versos sin la menor emocion, mirando con