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—¿Y no sólo á poseerlo, sino tambien à pose erlo siempre?

—Es cierto tambien.

—En suma, el amor consiste en querer poseer siempre lo bueno.

—Nada más exacto, respondí yo.

—Si tal es el amor en general; ¿en qué caso particular la indagacion y la prosecucion activa de lo bueno toman el nombre de amor? ¿Cuál es? ¿Puedes decírmelo?

—No, Diotima, porque si pudiera decirlo, no admiraria tu sabiduría ni vendria cerca de tí para aprender estas verdades.

—Voy á decírtelo: es la produccion de la belleza, ya mediante el cuerpo, ya mediante el alma.

—Vaya un enigma, que reclama un adivino para descifrarle; yo no le comprendo.

—Voy á hablar con más claridad. Todos los hombres, Sócrates, son capaces de engendrar mediante el cuerpo y mediante el alma, y cuando han llegado á cierta edad, su naturaleza exige el producir. En la fealdad no puede producir, y sí sólo en la belleza; la union del hombre y de la mujer es una produccion, y esta produccion es una obra divina, fecundacion y generacion, á que el sér mortal debe su inmortalidad. Pero estos efectos no pueden realizarse en lo que es discordante. Porque la fealdad no puede concordar con nada de lo que es divino; esto sólo puede hacerlo la belleza. La belleza, respecto á la generacion, es semejante al Destino[1] y á Lucina[2]. Por esta razon, cuando el sér fecundante se aproxima á lo bello, lleno de amor y de alegría, se dilata, engendra, produce. Por el contrario, si se aproxima á lo feo, triste y remiso, se estrecha, se tuerce, se contrae, y no engendra,


  1. Dios de la concepcion.
  2. Diosa del alumbramiento.