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den siempre los del conocimiento, la ciencia especulativa por excelencia es la ciencia de las primeras causas y de los primeros principios. Ahora bien, esta es la Filosofia en sí misma, la Ciencia de la verdad, la Ciencia del sér, la Teología, porque estos son los nombres que Aristóteles da sucesivamente á lo que nosotros llamamos Metafísica.

Despues de haber desenvuelto de un modo admirable esta idea de la supremacía absoluta de la filosofia, despues de haber demostrado que este ventajoso juicio nace de la opinion que se forma comunmente de la filosofía y de los filósofos, Aristóteles pregunta cuáles son estos primeros principios, estas primeras causas, objeto de la ciencia que se propone tratar. Hay en su opinion cuatro causas primeras, cuatro principios primeros:

La sustancia,
La forma,
El principio del movimiento,
La causa final.

En efecto, bajo las diversas modificaciones que presenciamos, concebimos algo que persiste; hay, por ejemplo, una sustancia única invariable bajo la variabilidad de los fenómenos del alma. Pero esta sustancia no existe en el estado de sustancia pura sin forma, sin cualidades; porque no sería entónces más que una abstraccion, y sólo el pensamiento puede separar la forma de la sustancia. Á la sustancia es preciso, por consiguiente, unir la forma, como segundo principio, y por forma Aristóteles no entiende sólo lo redondo ó lo cuadrado, sino que entiende por ella la esencia misma de los séres, lo que los hace ser lo que son. La forma del hombre no la constituyen los brazos, las piernas, una cabeza dispuesta de tal ó cual manera; consiste en el alma, en aquello que hace que sea un sér racional, en aquello que le distingue de los animales. Hay, pues, séres, sustancias, no sustancias abstractas sin atributos ni cualidades, sino sustancias realizadas, sustancias, ya pensadoras, ya materiales, con tal forma ó tal cualidad. Pero no por esto se una explicacion del universo, aunque se haya referido todo él á estos dos principios, porque si sólo existiesen la forma y la sustancia, el mundo sería un teatro sin vida, y todo permaneceria en una perpetua inmovilidad. Cada sér se daria en él con su forma y su sustancia, pero inerte, sin accion sobre sí mismo, sin poder mudar su manera de ser, siendo eternamente lo que era en un principio. No es esto el mundo que tenemos á la vista, no es esto el hombre que forma parte del mundo. Todo cambia; una trasformacion sucede á otra; el hombre sucede al hombre, la planta á la planta, y un eterno movimiento anima á todo el universo. La naturaleza no se ha dado á sí misma el movimiento; no puede decirse (sirviéndonos del ejemplo de que en alguna parte de su obra se sirve Aristóteles), que el hombre ha sido puesto en movimiento por el aire, el aire por el sol, el sol por la Discordia y así hasta el infinito[1], sino que es absolutamente necesario elevarse á la


  1. Libro ii, esp. ii.