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concepcion de un primer motor, inmóvil y causa eterna de todo movimiento; y este motor único es Dios. Por último, si estudiamos la naturaleza, veremos que nada es obra del acaso, que todo tiene un fin, porque la razon nos dice, que todo movimiento debe tener una direccion, un fin. Este fin es un cuarto principio. La causa final, como se la llama, es el bien, el bien de cada sér, el bien del universo, el bien absoluto, que es Dios bajo otro punto de vista.

Tales son los principios fundamentales de la ciencia, siendo evidente, que ni existe una serie infinita de causas ni una infinidad de especies de causas. Es preciso fijarse necesariamente en las causas primeras, que no tienen otra razon de ser que ellas mismas. El pensamiento necesita de un punto de parada, de un punto fijo[1]; la ciencia sólo es posible con esta condicion.

Deberemos observar al llegar aqui, que si bien es cierto que la inteligencia se eleva á la nocion de estas cuatro causas, que bastan para explicar el universo, siendo inútil recurrir á un mayor número de ellas, no lo es ménos que la ciencia no se pára aqui. No basta haber sentado, por una parte, la existencia de la materia y de la forma, la existencia de los individuos, y, por otra, el principio eterno, causa de todo movimiento y de todo bien; es preciso combinar estos principios, generalizar y elevarse á esa unidad á que aspira la ciencia, fuera de la cual no se encuentra esa armonia, que es la única que puede satisfacer á la razon. Conforme al pensamiento de Aris-tóteles, la materia y la forma son eternas; son principios independientes, y en este concepto la materia es Dios lo mismo que él es el motor eterno. Si, como él dice, la planta produce la planta, si el hombre engendra al hombre, ¿cuál es la relacion de estas existencias individuales con la causa primera de todo movimiento, toda vez que la cadena de las producciones no puede conti hasta el infinito? ¿Es Dios solo el organizado de una materia eterna independiente de su propia sustancia? Este es el resultado que ofrece el estudio de la Metafisica de Aristóteles. Faltaba sólo, por tanto, identificar la forma con el pensamiento eterno, la materia con la forma, y elevarse á la idea de un Dios creador, causa y sustancia de todo lo que existe. Sólo en este punto se encuentra la unidad y la verdadera conciliacion de todas las contradicciones. Quizás Aristóteles vislumbró este adelanto; algunas páginas del libro xi dan lugar á sospecharlo. Sin embargo, no expresó esta idea con claridad, y preciso es confesar que este abismo no tocaba á la antigüedad el salvarlo.

Aristóteles no habrá generalizádolo bastante, pero por lo menos no olvida ninguno de los hechos de la ciencia; y si al admitir un crecido número de causas ha podido rodear de alguna oscuridad cuestiones importantes, estas cuestiones subsistirán, y no se ha cerrado el paso para que las resuelvan los siglos futuros. Por lo demas, esto no ha podido embarazarle para


  1. Libro ii, cap. ii.