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ni mal; si se sujetivan en una palabra las nociones de la razon, entonces la cuestion toma un carácter mucho más grave. La menor duda que dejeis cernerse sobre la verdad, dará sus frutos en la ciencia á pesar de todos los esfuerzos, y es preciso tener fe en la verdad, para buscarla con ardor y para descubrirla. Por consiguiente, cuando se comienza el estudio de la filosofia, es indispensable preguntar, si existe ó no una verdad absoluta, accesible al hombre; ó bien, si todo está confundido, si no hay diferencia alguna entre lo verdadero y lo falso, y si una misma cosa existe ó no existe á un mismo tiempo.

Los dos grandes legisladores de la ciencia en la antigüedad y en los tiempos medernos, Aristóteles y Kant, han abordado esta cuestion, pero la han resuelto de muy diferente manera. Kant, reconociendo la universalidad de los juicios de la razon, niega, sin embargo, á esta facultad el derecho de elevarse á lo absoluto; sujetiva nuestros conocimientos, y los reduce á proporciones puramente humanas; comienza por suscitar una duda sobre sus propios descubrimientos, y se coloca en posicion de no poder avanzar en la ciencia, sin ponerse en contradiccion consigo mismo. Aristóteles, por lo contrario, marcha con paso firme; cree no sólo en la existencia de una verdad relativa, humana y perecedera, sino que va más allá, busca la verdad misma, y sienta desde luego que existe, y que el hombre puede alcanzarla y poseerla.

No es por vía de demostracion como Aristóteles trata de asentar el principio de toda verdad; esto sería intentar lo imposible, y sólo la ignorancia podría emprender semejante tarea. Pero no toda verdad pide ser demostrada, porque entonces habría que ir ascendiendo hasta lo infinito, y veríamos huir eternamente delante de nosotros la certidumbre y la demostracion misma.

Para que ésta sea posible, es preciso que haya verdades primeras, incontestables, evidentes por sí mismas, principios de toda demostracion. En estas verdades es preciso detenerse, porque en ellas tiene que apoyarse la ciencia. El más seguro de todos los principios, y en el que se apoyan todos los demas, es el de contradiccion, que puede formularse de esta manera:

Es imposible que, bajo la misma relacion, el mismo atributo pertenezca y no pertenezca, al mismo tiempo, al mismo sujeto.

El libro cuarto está casi todo él consagrado al exámen de este principio.

El escepticismo, ántes de la aparicion de la Metafisica, se había presentado ya bajo muchas formas, en términos que más de un sistema llegó hasta negar la posibilidad de la ciencia. A pesar de todos los esfuerzos de Platon, aún quedaban en rededor de la filosofia muchos obstáculos, que importaba destruir, muchas dudas, que al parecer autorizaban hechos reales, envueltos en argumentos especiosos, muy propios para seducir, por lo que tenían de paradógicos, y que reclamaban una crítica profunda y una severa apreciacion.

A los que niegan la certidumbre del principio de contradiccion, Aristóteles sólo les exige que designen y determinen un objeto, cualquiera que sea