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cionales, como la fuerza vegetativa en los árboles, y las potencias intelectuales, como las artes y las ciencias, que son potencias de este género. Pero en ambos casos la verdadera potencia es siempre la forma; es la nocion que está en el espíritu, es la forma intelectual que constituye el arte y la ciencia, es el hombre y no el sémen el que produce al hombre, porque á la materia en ningun concepto puede considerarse como potencia productora. Las potencias irracionales no pueden producir los contrarios; cada una de ellas sólo produce un efecto; desde que el sér pasivo y el sér activo están el uno junto al otro, entónces, y sólo entónces, hay acto, y el acto siempre es el mismo. No sucede así con las potencias racionales, ya sean naturales, ya adquiridas. Siendo la ciencia una explicacion racional, se aplica al objeto y á la privacion del objeto, abraza los contrarios. El alma tiene en sí misma el principio del movimiento, es una fuerza activa, y cualquiera que sea el objeto en el que ejerza su accion, puede hacer salir de él los contrarios, á no encontrar obstáculos exteriores, y con tal que los efectos contrarios no sean simultáneos. La potencia productora es, pues, la forma determinada, sea en los objetos inertes, sea en la inteligencia. Se dice á veces, que las maderas y las tejas son la casa en potencia; se dice, que el sémen es, en circunstancias dadas, el hombre en potencia; pero potencia en este caso sólo significa posibilidad y no causa productora, porque la verdadera potencia es el hombre de una parte y el pensamiento del arquitecto de otra. La forma, esencia del objeto, es pues tambien, bajo otro punto de vista, la causa productora. Tal forma no se produce ella misma, pero la forma produce una forma análoga; el hombre engendra un hombre, y el árbol produce un árbol.

La teoría del acto viene tambien en apoyo de estas conclusiones. El acto es lo opuesto á la potencia; se toma, ó por el movimiento con relacion á la fuerza motriz, ó por la esencia y la forma en oposicion á la materia indeterminada[1], pero de estas dos acepciones, la única que conviene realmente al acto, es la esencia y la forma. El movimiento no es un acto verdadero; es un acto incompleto, ó más bien, no es más que el tránsito de la posibilidad al acto[2]. Porque es la actualidad verdadera y completa, la forma es realmente una causa final, es el objeto del movimiento, es el bien para el objeto, cuya esencia es ella misma, y es anterior á la misma potencia en los objetos materiales. Es anterior á ella bajo la relacion de la sustancia, bajo la relacion de la nocion, y bajo la relacion del tiempo. En efecto, la forma del hombre es anterior al niño, el hombre es anterior al sémen, y la materia se pone en acto sólo cuando ha recibido la forma. La anterioridad bajo la relacion de la nocion no es ménos evidente; el constructor, como dice Aristóteles, es el que puede construir, que ha aprendido, por consiguiente, á hacerlo; el conocimiento ha debido necesariamente prece-


  1. Metaf. ix.
  2. Metaf. ix, 9 y xi, al fin.