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dice, que la materia es la potencia de los contrarios, esto quiere decir simplemente, que es susceptible de recibirlos, y que no siendo lo uno ni lo otro, puede por lo mismo hacerse lo uno y lo otro. La materia no es una potencia en la verdadera acepcion de la palabra, porque es esencialmente inerte. Si alguna vez decimos, que la materia tiene una fuerza propia, una potencia pasiva ó activa, es porque no se trata entónces de la materia primera, sino de una materia realizada, el fuego ó el bronce, por ejemplo. Por consiguiente, la potencia debe atribuirse, no á la materia, sino á la forma.

Sin embargo, Aristóteles, siguiendo el ejemplo de Platon, atribuye algunas veces una fuerza propia á la materia. Platon admitió que la causa de todo mal era la materia; que su imperfeccion, siendo incapaz de reproducir la idea que se realizaba en ella, era la causa de todos los desórdenes del mundo, que ofuscaba la vista de la inteligencia humana, así como ocultaba la armonía del universo. La materia, por lo tanto, tenia una fuerza propia, una fuerza de resistencia al bien, y la divinidad había podido sólo imperfectamente triunfar de este poder.

La misma idea se reproduce en Aristóteles. En el mundo hay, segun él, una fortuna[1], hay producciones del azar lo mismo que hay producciones naturales; y todo esto, fortuna y azar, es un hecho de la materia, es el principio de todo lo que es accidental; es la causa del mal, y por lo mismo la divinidad queda libre de esta responsabilidad que los escépticos quisieron que pesara sobre ella, acusándole por todos los desórdenes del mundo.

El Dios de Aristóteles es causa únicamente del bien, pero á costa del poder infinito es como Aristóteles le da este atributo, y hasta á costa de la Providencia misma, la cual no puede hacerse pedazos ni ejercerse á medias. Esto de reconocer la materia como potencia del mal, es el último resto de ese dualismo, que aparece más ó ménos claramente en el fondo de la mayor parte de los sistemas de la antigüedad.

Por último, la materia, en tanto que es lo opuesto á la forma, es la causa de la pluralidad de los séres; y con respecto á los objetos sensibles, la unidad en la pluralidad no es otra cosa que la realizacion de la forma en la materia. Cada sér es á la vez uno y múltiple, uno por la forma, múltiple por los elementos.

Hemos visto, que la materia propiamente dicha no era verdaderamente una potencia, á no ser que lo sea accidentalmente y como causa del azar; puede llegar á serlo, pero no tiene en si misma la causa del devenir y del sér. Lo mismo sucede con la materia realizada; no es potencia en tanto que materia, lo es sólo en tanto que posee la forma, en tanto que es determinada. La potencia, el poder de mudar haciéndose otro sér en tanto que es otro, como dice Aristóteles, puede existir, ya en séres inertes, ya en séres animados, en el alma, en el entendimiento. De aquí nacen los poderes irra-


  1. Libros vi y xi.