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Página:Obras de Bécquer - Vol. 1.djvu/77

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LA CREACIÓN

y el principio de vida con conatos de eternidad, reconstruyéndolo con sus mismos despojos: un mundo disparatado, absurdo, inconcebible; nuestro mundo, en fin.

Los chiquillos que lo habían formado, al mirarle rodar en el vacío de un modo tan grotesco, lo saludaron con una inmensa carcajada, que resonó en los ocho círculos de Edén.

XVIII

Brahma, al escuchar aquel ruido, volvió en sí y vió cuanto pasaba, y lo comprendió todo. La indignación llameó en sus pupilas; su airado acento atronó el cielo y amedrentó á la turba de muchachos, que huyó sobrecogida y dispersa á puntapiés; y ya tenía levantada la mano sobre aquella deforme creación para destruirla; ya el solo amago había producido en ella esa gran catástrofe que aún recordamos con el nombre del diluvio, cuando uno de los grandharvas, el más travieso, pero el más mono, se arrojó á sus plantas diciendo entre sollozos: ¡Señor, Señor, no nos rompas nuestro juguete!