Brahma es grave, porque es Dios, y sin embargo, tuvo que hacer un gran esfuerzo al oir estas palabras para no dejar reventar la risa que le retozaba en los ojos. Al cabo, reponiéndose, exclamó; Id, turba desalmada é incorregible, marcháos donde no os vea más, con vuestra deforme criatura. Ese mundo no debe, no puede existir, porque en él hasta los átomos pelean con los átomos; pero marchar, os repito; mi esperanza es que en poder vuestro no durará mucho.
Dijo Brahma, y los chiquillos, dándose empellones y riéndose descompasadamente y arrojando gritos descomunales, se lanzaron en pos de nuestro globo, y éste le da por aquí, y éste le hurga por allá... Desde entonces ruedan con él por el cielo, para asombro de los otros mundos y desesperación de sus habitantes.
Por fortuna nuestra, Brahma lo dijo, y sucederá así. Nada hay más delicado ni más temible que las manos de los chiquillos: en ellas el juguete no puede durar mucho.