Página:Obras de Bécquer - Vol. 2.djvu/165

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
159
¡Es raro!.

apeó fatigado junto á un árbol y se recostó á su sombra.

Era un día de primavera, luminoso y azul, de esos en que se respira con voluptuosidad una atmósfera tibia é impregnada de deseos, en que se oyen en las ráfagas del aire como armonías lejanas, en que los limpios horizontes se dibujan con líneas de oro, y flotan ante nuestros ojos átomos brillantes de no se qué, átomos que semejan formas trasparentes que nos siguen, nos rodean y nos embriagan á un tiempo de tristeza y de felicidad.

— Yo quiero mucho á estos dos seres, exclamó Andrés después de sentarse mientras acariciaba á su perro con una mano y con la otra le daba á su caballo un puñado de hierbas, mucho; pero todavía hay un hueco en mi corazón que no se ha llenado nunca; todavía me queda por emplear un cariño más grande, más santo, más puro. Decididamente necesito una mujer.

En aquel momento pasaba por el camino una muchacha con un cántaro en la cabeza.

Andrés no tenía sed, y sin embargo le pidió agua. La muchacha se detuvo para ofrecérsela, y lo hizo con tanta amabilidad, que nuestro joven comprendió perfectamente uno de los más patriarcales episodios de la Biblia.

— ¿Cómo te llamas? le preguntó así que hubo bebido.