Página:Obras de Bécquer - Vol. 2.djvu/172

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
166
Gustavo A. Becquer.

Yo le miré como diciendo: ¿Le parece á usted poco? Él prosiguió con cierto aire de profundidad: ¡Es raro! Yo sé lo que es sufrir; cuando en las últimas carreras tropezó mi Herminia, mató al jokey y se quebró una pierna, la desgracia de aquel animal me causó un disgusto horrible; pero, francamente, no tanto... no tanto.

Aún proseguía mirándole con asombro, cuando hirió mi oído una voz armoniosa y ligeramente velada, la voz de la niña de los ojos azules.

— ¡Efectivamente es raro! Yo quiero mucho á mi Medovo, dijo dándole un beso en el hocico al enteco y legañoso faldero, que gruñó sordamente; pero si se muriese ó me lo mataran, no creo que me volvería loca ni cosa que lo valga.

Mi asombro rayaba en estupor; aquellas gentes no me habían comprendido, ó no querían comprenderme.

Al cabo me dirigí al señor que tomaba té, que en razón á sus años debía ser algo más razonable.

— Y á usted, ¿qué le parece? le pregunté.

— Le diré á usted, me respondió: yo soy casado; quise á mi mujer, la aprecio todavía, me parece; tuvo lugar entre nosotros un disgustillo doméstico, que por su publicidad exigía una reparación por mi parte; sobrevino un duelo, tuve la fortuna de herir á mi adversario, un chico excelente, decidor y chistoso si los hay, con quien suelo aún tomar ca-