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Desde mi celda.

to, mientras se hace hora de almorzar; con la ventaja de que si saboreamos un veguero, mientras él nos refiere, comentándola, la historia del día de ayer, ni siquiera hay necesidad de ofrecerle otro, como al amigo. Y esa historia de ayer que nos refiere, es hasta cierto punto la historia de nuestros cálculos, de nuestras simpatías ó de nuestros intereses; de modo que su lenguaje apasionado, sus frases palpitantes, suelen hablar á un tiempo á nuestra cabeza, á nuestro corazón y á nuestro bolsillo: en unas ocasiones repite lo que ya hemos pensado, y nos complace hallarlo acorde con nuestro modo de ver; otras nos dice la última palabra de algo que comenzábamos á adivinar, ó nos da el tema en armonía con las vibraciones de nuestra inteligencia para proseguir pensando. Tan íntimamente está enlazada su vida intelectual con la nuestra; tan una es la atmósfera en que se agitan nuestras pasiones y las suyas. Aquí, por el contrario, todo parece conspirar á un fin diverso. El periódico llega á los muros de este retiro como uno de esos círculos que se abren en el agua cuando se arroja una piedra, y que poco á poco se van debilitando á medida que se alejan del punto de donde partieron, hasta que vienen á morir en la orilla con un rumor apenas perceptible. El estado de nuestra imaginación, la soledad que nos rodea, hasta los accidentes locales parecen contribuir á