hallar la verdad escondida á los ojos humanos, tornan á vibrar nuevamente y á encontrar en mi alma un eco profundo, «El Diario Español, El Pensamiento ó La Iberia hablan de esto, afirman aquéllo, ó niegan lo de más allá, dice El Contemporáneo; y yo, sin saber apenas dónde estoy, tiendo las manos para cogerlo, creyendo que están allí á mi alcance, como si me encontrara sentado á la mesa de la redacción.
Pero esa tromba de pensamientos tumultuosos, que pasan por mi cabeza como una nube de tronada, se desvanecen apenas nacidos. Aún no he acabado de leer las primeras columnas del periódico, cuando el último reflejo del sol que dobla lentamente la cumbre del Moncayo, desaparece de la más alta de las torres del monasterio, en cuya cruz de metal llamea un momento antes de extinguirse. Las sombras de los montes bajan á la carrera y se extienden por la llanura; la luna comienza á dibujarse en el Oriente como un círculo de cristal que trasparenta el cielo, y la alameda se envuelve en la indecisa luz del crepúsculo. Ya es imposible continuar leyendo. Aún se ven por una parte y entre los huecos de las ramas chispazos rojizos del sol poniente, y por la otra una claridad violada y fría. Poco á poco comienzo á percibir otra vez, semejante á una armonía confusa, el ruido de las hojas y el murmullo del agua, fresco, sonoro y