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Gustavo A. Becquer.

de Trasmoz veían pasar una banda de viejas, espesa como las grullas, que iban á celebrar sus endiablados ritos á la sombra de los muros y de la ruinosa atalaya que corona la cumbre del monte.


Después de oir esta historia, he tenido ocasión de conocer á la tía Casca, hermana de la otra Casca famosa, cuyo trágico fin he referido á ustedes, y vastago de la dinastía de brujas de Trasmoz, que comienza en la sobrina de mosén Gil y acabará no se sabe cuándo ni dónde. Por más que al decir de los revolucionarios furibundos, ha llegado la hora final de las dinastías seculares; ésta, á juzgar por el estado en que se hallan los espíritus en el país, promete prolongarse aún mucho, pues teniendo en cuenta que la que vive no será para largo en razón á su avanzada edad, ya comienza á decirse que la hija despunta en el oficio y que una nietezusla tiene indudables disposiciones: tan arraigada está entre estas gentes la creencia de que de una en otra lo viene heredando. Verdad es que, como ya creo haber dicho antes de ahora, hay aquí en todo cuanto á uno le rodea un no sé qué de agreste, misterioso y grande que impresiona profundamente el ánimo y lo predispone á creer en lo sobrenatural.