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Gustavo A. Becquer.

Hablemos como se habla. Procedamos con orden, ¡El orden! ¡Lo detesto, y sin embargo, es tan preciso para todo!...

La poesía es el sentimiento, pero el sentimiento no es más que un efecto, y todos los efectos proceden de una causa más ó menos conocida.

¿Cuál lo será? ¿Cuál podrá serlo de este divino arranque de entusiasmo, de esta vaga y melancólica aspiración del alma, que se traduce al lenguaje de los hombres por medio de sus más suaves armonías, sino el amor?

Sí; el amor es el manantial perenne de toda poesía, el origen fecundo de todo lo grande, el principio eterno de todo lo bello; y digo el amor, porque la religión, nuestra religión, sobre todo, es un amor también, es el amor más puro, más hermoso, el único infinito que se conoce, y sólo á estos dos astros de la inteligencia puede volverse el hombre, cuando desea luz que alumbre su camino, inspiración que fecundice su vena estéril y fatigada.

El amor es la causa de sentimiento; pero... ¿qué es el amor?

Ya lo ves, el espacio me falta, el asunto es grande, y... ¿te sonríes?... ¿Crees que voy á darte una excusa fútil para interrumpir mi carta en este sitio?

No; ya no recurriré á los fenómenos del mío pa-