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Gustavo A. Becquer.

porque le da cierta semejanza con los privilegiados seres que gozan de la inmortalidad, sino que, después de tanto como contra ella se declama, es seguramente uno de los mejores caminos para irse al cielo.

La pereza es una deidad á que rinden culto infinitos adoradores; pero su religión es una religión silenciosa y práctica: sus sacerdotes la predican con el ejemplo; la naturaleza misma en sus días de sol y suave temperatura, contribuye á propagarla y extenderla con una persuasión irresistible.

Es cosa sabida que la bienaventuranza de los justos es una felicidad inmensa, que no acertamos á comprender ni á definir de una manera satisfactoria. La inteligencia del hombre, embotada por su contacto con la materia, no concibe lo puramento espiritual, y esto ha sido causa de que cada uno se represente el cielo, no tal como es, sino tal como quisiera que fuese.

Yo lo sueño con la quietud absoluta, como primer elemento de goce: el vacío alrededor, el alma despojada de dos de sus tres facultades: la voluntad y la memoria, y el entendimiento, esto es, el espíritu reconcentrado en sí mismo, gozando en contemplarse y en sentirse.

Esta es la razón por qué no estoy conforme con el poeta que ha dicho: