que la fundó Suintila, con el nombre de Ologito; pero de estos remotos tiempos, apenas se conserva más que la memoria del sitio que ocuparon algunos muros; pues los restos que aún se señalan como primitivos, no lo parecen.
La invasión árabe la redujo á ruinas, y después de reconquistada, comenzó á repoblarse á principios del siglo XII, creciendo poco á poco en importancia hasta llegar á ser asiento de los reyes navarros, y ver celebrar cortes importantes en su recinto.
La ciudad de Olite, aunque pequeña, anuncia desde su entrada la importancia de que gozó en un tiempo, y permite que se note á primera vista el carácter religioso y guerrero, que campea en sus monumentos más célebres. Cuando llegamos á la población, la noche había cerrado por completo y las grandes masas verticales de sus bastiones, que se destacaban oscuros sobre el cielo estrellado y de un azul intenso, parecían los gigantes guardianes de la antigua é imponente puerta ogival que da paso á su recinto. A la luz de un pequeño farolillo, que colgaban delante de un retablo empotrado en el grueso del muro, pudimos distinguir algunas figuras típicas de jornaleros del país, que volvían á sus hogares con los instrumentos de la labranza al hombro y que al entrar saludaban devotamente á la imagen.